viernes, 6 de abril de 2007

…Ü

…Ü (diéresis)

Sentados a los pies de la chacra, a dos horas de distancia de Urubamba,
los dos solos y sin comida, sentíamos la brisa. Yo llevaba un overol color celeste gastado, un polo lila claro y mi guitarra de madera, "Victoria" Mi amigo estaba sin camisa, con una quena, con un pantalón de bayeta marrón claro, un chullo rojo con bordes azules y la piel blanca, nevado de Ancash.
Los dos traíamos el pelo largo, los dos llevábamos gafas con marcos plateados, los dos íbamos descalzos. Teníamos el día como una bufanda amarilla. Cantábamos, sonábamos bajo la sombra de un naranjo sobre el pasto tan suave, tan como de pelaje de alpaca, como caricia de llama, y la quena que no silbaba, y la quena que golpeaba la palma al compás de la música.
Los dos cantábamos canciones nuestras no grabadas, canciones nuestras de un repertorio de piel de gallina, puños cerrados y mejillas sonrosadas. Hablábamos de patria, de esperanza, de orgullo, de unión.
Al salir de esa inmersión sentimos un vacío tremendo, un vacío de como si ya se hubiese acabado la botellita de pisco.
¿Llegaremos a ser famosos o algo?
No sé loco, pero ya hay aplausos.
¿Cómo aplausos?
Creo que al río, le gustamos.

A ti, hermano amigo