miércoles, 7 de noviembre de 2007

18 años

En la foto Marco Chipana
Hola. Ya ha pasado más de un año desde que edité Deshilándome, mi primer libro de cuentos, y además de haber aumentado algunos centímetros de estatura y seguir igual de flaco puedo decir que el libro a mí modo de ver es mucho más un vientre suave que los textos en sí. El aura cobra intensidad a medida que uno descubre las historias escritas detrás de su propia historia. La foto de la portada, el árbol en sombra, los 5 dibujos en tinta china; hasta ahora los llevo dentro, rondando por el caudal de mi sangre como la pluma seca que juega y mancha la vasija llena de tinta. Quiero invitarlos a leer el libro, uno a uno al ritmo que se les antoje, a hojear estos 15 cuentos que alguna vez escribí sin salir por dos meses del cuarto de estudio de mi casa. Fue como cuando tuve la idea de que una de mis amigas del colegio había tenido un niño y al contestarme su madre me dijo que ella ahora vivía en Suecia, que se había casado, es así, es solo ir un paso adelante a lo que se sabe vendrá o no vendría. Es por eso que hoy decido colgar algunos de los textos modernizados del libro en la internet, en este blog susurro de lápiz que me sirvió de balanza para empezar a desarrollar el 2do que vengo terminando en estos días. Sin duda creo que los textos ya deben empezar a florecer en otras mentes, en otros círculos, aún estoy orgulloso de haber cometido el "error" de publicar a tan temprana edad, de haber podido dejar sobre el papel a mano alzada lo que mis pensamientos juveniles sentían, debían decir en ese momento. Debo agradecer a todas aquellas personas de Bolivia, Perú, Colombia que me animaron a continuar felicitando esta primera entrega cosa que ahora realmente valoro con toda el alma. Lo mejor está por venir.

Marco Chipana ( Miércoles 07 de Noviembre del 2007)

Habichuela

Habichuela
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Íbamos a toda velocidad en el carro de la madre de nuestro amigo, todos teníamos los codos por las ventanas, yo asomaba de cuando en cuando mi cabeza para refrescar mi cara con ese aire nuevo. El paisaje era hermoso: Sembríos de trigo a orillas de una laguna gélida, laguna que me moría por palpar. Todo parecía revestido por un sol térreo.

- Mi amigo detuvo el auto, todos quedamos turbados por su inadvertida decisión.
Bajemos, nos dijo, ese tipo de árboles no se encuentran todos los días. Y era cierto, al bajar me di cuenta de que el árbol estaba en medio de un maizal, parecía un bastón sobre monedas de oro. Nos acercamos presurosos a esa especie de Van Gogh y nos sentimos por momentos en el paraíso de mi amigo.
Nunca he subido a un árbol, dije. Pues serás el último en hacerlo entonces.

- Bueno.

Todos ascendieron sin problema y sin esfuerzo. Me prendí de las ramas pequeñas y alcé mis piernas contra las cicatrices gruesas y asibles del tronco ¿Hasta dónde tengo que subir? Hasta mí ¿Hasta ti? Sí, haz lo que sea pero no mires hacia abajo. Vamos hombre ¿Dónde está el cielo? ¿Dónde están esas habichuelas? ¿Dónde están todos los gigantes?
Dale rampante ¡Vamos!

Mi amigo estaba en la copa del árbol. Bienvenido a mi nido.
Su anillo de plata resplandeció como un diente en la boca de un viejo al acariciarse el pelo.

Prendió un poco de hierba y todos fumamos del mismo envoltorio.
Debí haber traído mi cámara, mi cámara fotográfica, pensé en alto.
Hubo un silencio placentero. Lo abracé por la espalda.
No lo creo, dijo. Hay cosas que se quedan aquí y acá (tocando mi cabeza)